Petróleo y educación
Eleonaí Rivera
Artículo publicado originalmente en la
revista Diacrítica,número 47,abril de 2008,
publicada en Xalapa, Veracruz.
Los temas siguen vigentes .
La discusión que se
está dando sobre la situación de la industria petrolera mexicana puede
enmarcarse en dos grandes frentes. Uno, el del gobierno federal y sus aliados,
obviamente los de su propio Partido Acción Nacional -PAN- , algunos legisladores del Partido
Revolucionario Institucional -PRI- y, controlados por ellos, los medios masivos
de comunicación electrónicos con un despliegue mediático que no expone ideas
sino sólo frases de mercadotecnia con la pretensión de convencer a la población
de que hay un gran tesoro bajo el mar y hay que ir por él, sin decir cómo, que
pretende manipular, más que convencer. Por otro lado, las fuerzas políticas y
sociales, incluyendo académicos, que ha estado presentando argumentos de cómo
puede mejorarse la industria petrolera, retomando la letra y el espíritu del
artículo 27 de la
Constitución.
Desde fines de la década de los ochentas del siglo XX, el
gobierno, cuando era del PRI, ha expresado su intención de despetrolizar la economía nacional, sin haberlo logrado. Los
gobiernos emanados del PAN, anterior y actual, tampoco lo han hecho. Pemex
sigue siendo la gran fuente de riqueza de la que los gobiernos han dispuesto
cuantiosos recursos por su falta de interés real en la recaudación fiscal, por
lo que se sigue permitiendo la evasión y elusión de impuestos, aun con la mini
reforma fiscal aprobada por el PRI y el PAN el año pasado <2007>. El
gobierno no se está interesando en ampliar la base de contribuyentes, la
evasión y elusión se sigue dando, por ello su interés en mantener los ingresos
que la industria petrolera le provee, sin el menor esfuerzo, sólo manteniendo
el esquema tributario actual. Parte de esa renta petrolera y por la presiones
de las empresas transnacionales la pretende compartir, negando así una
posibilidad de desarrollo de la industria nacional.2007>
El mercado interno
de gasolinas consume el 37% proveniente de la importación, básicamente de
Estados Unidos, nuestro vecino del norte. Y el gobierno sigue en su política de
exportación de petróleo crudo. Algo evidentemente contradictorio, pero que no
se atreve a pretender resolverlo. Esta situación lo muestra tal cual es, no le
interesa la solución de los problemas de los mexicanos sólo la defensa de los
intereses de quienes los impusieron y lo mantienen en el poder. Pemex genera
los ingresos para el financiamiento de la construcción de nuevas refinerías y
con ello detener la importación de gasolinas hasta evitarla. La industria
petrolera nacional no sólo puede revertir la tendencia de comprar en el exterior
combustible, sino cambiar a ser exportadora de éstos ya elaborados, después de
tener abastecido de manera completa el mercado nacional. Este es un caso.
Otro caso es la
petroquímica. Los grandes complejos petroquímicos de Pemex están semiparalizados
porque han disminuido su actividad productora mediante la transformación del
petróleo en sus derivados inmediatos. Esos complejos industriales ya muestran
un avanzado deterioro por falta de recursos para su mantenimiento, aun
generando Pemex esos recursos que el gobierno le niega por la estructura
dependiente que prevalece de la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Tampoco se han
construido nuevos complejos que agreguen valor al petróleo, se sigue la misma
ruta exportadora del crudo que se inició hace más de veinte años .
Los dos casos
señalados, la producción de gasolinas y petroquímicos, no han propiciado las
inversiones en infraestructura y generación de empleos calificados en el país,
éstos se han hecho en otras latitudes y beneficiando a otras economías, no a la
nuestra. Lo más grave de esta situación es que se han tenido y se tienen los
recursos para ello. Pemex los genera.
El gobierno sigue
con el mismo esquema. Su mercadotecnia actual solo dice que hay que ir a sacar
el tesoro debajo del mar. No dice que ese tesoro bajo el mar y el que está en
el subsuelo continental puede ser la base de una riqueza mucho mayor, para ello
habría que agregarle valor mediante el trabajo, el valor que le daría su
transformación en combustibles para su consumo en el mercado interno y
petroquímicos para el desarrollo de una cadena productiva nacional, dando lugar
a un proceso que termine con productos elaborados para nuestra propia economía
y para la exportación. México puede ser un país exportador de productos elaborados,
no sólo de petróleo crudo. Esto permitiría la creación de empleos altamente
calificados y por ello mejor remunerados para que permitan una digna manera de
vivir a los mexicanos, también menos emigración. Cambiar el paradigma actual de
exportar mexicanos necesitados por la exportación de productos para satisfacer
necesidades en otros lugares del orbe debe ser una meta nacional, obteniendo
así divisas para la importación de lo que no podamos producir aquí, no para
importar gasolina como sucede ahora.
¿Y la educación?
Sólo ciudadanos
educados pueden exigir del gobierno que no siga por la misma ruta en la que
llevamos más cinco lustros y ha deteriorado
las condiciones de vida de grandes sectores. Una economía con una dinámica de
creación de valor generará más recursos para el gobierno y que éste cumpla con
un principio constitucional que es el otorgar educación básica de manera
obligatoria a todos los mexicanos de manera gratuita.
El sistema
educativo mexicano requiere de una renovación que forme ciudadanos, no sólo
demandantes de servicios del gobierno, que los forme en la libertad y la
laicidad. La formación ciudadana en las aulas debe hacer de los niños y jóvenes
personas con los conocimientos necesarios del pasado, sobre todo con una visión
de futuro, infantes y muchacho en los que se fomente el espíritu creativo, el
aprendizaje de las ciencias para el entendimiento de lo que sucede en el
entorno y cómo preservarlo y transformarlo, que aplicando su aprendizaje
científico sean innovadores. Que la convivencia social sea bajo el signo de la
tolerancia, del entendimiento de lo que piensa, lo que dice, lo que es el otro,
en la diversidad, no en la uniformidad, tampoco en el enfrentamiento que
conduce al retroceso.
La educación
necesita recursos y muchos. Una parte importante de esos recursos pueden
provenir de la industria petrolera, ya expandida por la rehabilitación y
construcción de nuevas refinerías y complejos petroquímicos, mediante el pago
de los impuestos que como una empresa autónoma del gobierno tendría que hacer,
así como de los derechos por el aprovechamiento de los recursos que pertenecen
a la Nación. Esta
es una mejor manera de distribuir los recursos de origen petrolero, no la
dadiva que tal vez satisfaga necesidades mínimas de algunos mexicanos. Para la
transformación que requiere el sistema educativo mexicano, en el caso de la
educación básica ese proceso de transformación pasa por la liberación de los
maestros del cacicazgo sindical que han padecido desde hace varias décadas, no
pueden seguir bajo la voluntad de una presidenta de su sindicato que usa su
poder como moneda de cambio para mantener prebendas y parcelas de poder en el
aparato gubernamental, esto tiene que terminarse.
Una mejor manera de
aprovechar los recursos de la industria petrolera es la educación, sobre todos,
de los que actualmente no tienen oportunidades de acceso a las escuelas de
todos lo niveles, desde la básica hasta la superior y de postgrado. La
educación es un medio para ir disminuyendo esa gran brecha de desigualdad que
separa a los mexicanos, dando a los que no han tenido las facilidades de
educarse la posibilidad de hacerlo. Mexicanos educados serán mejores ciudadanos.
En la industria
petrolera y en el sistema educativo se han establecido emporios sindicales que
han contribuido a su deterioro. Para que puedan tener un sano desarrollo ambos,
esos aparatos de domino deben ser eliminados de los gremios. Los trabajadores
petroleros y educadores deben tener la oportunidad de poder elegir a sus
líderes mediante prácticas democráticas. Y aquí está otra de las asignaturas
pendientes de nuestra incipiente y frágil democracia, la destrucción de esos
núcleos ilegítimos de poder y el surgimiento de liderazgos que respondan a los
retos actuales para el desarrollo de la industria petrolera por un lado y de la
educación por el otro.
Sin duda hay muchos
problemas que resolver en nuestro país. El principio de la solución de todos es
la educación. Por ahora y en un futuro inmediato, la industria petrolera ya
transformada puede ser una de las que generen los recursos para la educación y
que ésta nos permita abordar de mejor manera la solución a los otros problemas.
Por algo hay que empezar.