Domingo en Oaxaca
Cuando era niño, algunos domingos iba con mi abuelo al Templo. Nos trasladábamos en autobús al centro de la ciudad. Después del servicio religioso, comprábamos paletas heladas – Popeye -, me siguen gustando las de cajeta. Las entregaban en bolsitas de papel. Saboreando nuestras paletas, caminábamos viendo las casonas y edificios que fueron construidos en el virreinato y que le dan esa peculiar y única vista a la ciudad. Exconventos, Iglesias de dos torres y sus amplios atrios, casonas de fachadas hechas con cantera verde con sus ventanas protegidas con hierros forjados y puertas de madera muy labrada. Tranquilidad, verdor de la cantera, cielo azul, al fondo las montañas, San Felipe del Agua y Monte Albán.
Desde 1987, la ciudad, por sus construcciones, que se han preservado y reconstruido, es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Hoy, la ciudad está convulsa. Los maestros y otras organizaciones sociales que les son afines están, desde el mes de mayo, en las
calles y plazas. Han pasado de las demandas económicas para mejorar sus ingresos y después de ser reprimidos por la policía, a demandas políticas. Piden la salida del gobernador, que no quiso o no pudo negociar con ellos sus demandas y ordenó reprimirlos y desalojarlos de las calles y plazas que ocupan, sin lograrlo. No hubo negociación y la represión no pudo sustituirla. Una muestra de incapacidad para gobernar. También se ha dado un paro parcial de empresas.
Ahora un grupo de maestros y miembros de otras organizaciones, en una larga caminata, van a la ciudad de México, para exigir al Senado que intervenga y el gobernador salga.
El Gobierno Federal tardíamente convocó a los maestros y las organizaciones aliadas a negociar la solución del conflicto. El Secretario de Gobernación establece plazos y dice que se utilizarán los instrumentos del Estado para restablecer la gobernabilidad en Oaxaca.
El Estado mexicano debe utilizar todos los instrumentos que tiene para resolver el conflicto, uno de ello es la intervención de la Cámara de Senadores. Es notoria la incapacidad del gobernador para cumplir con el cargo que tiene, por ello debe irse. Los senadores pueden retirarlo.
Para solucionar la grave crisis de Oaxaca, los políticos de todos los partidos deben aportar a la solución. Es tiempo de demostrar a la sociedad mexicana que existe la capacidad y la voluntad para ello. Que las instituciones de la República funcionen y que quienes temporalmente las tienen a su cargo no las utilicen para sus intereses de partido.
Muchos ciudadanos esperamos un solución pacífica al conflicto. En Oaxaca ya es urgente, para que los niños y jóvenes con sus maestros regresen a las aulas y la ciudad capital y las poblaciones afectadas vuelvan a la normalidad, a sus actividades económicas, a promover que los turistas lleguen a disfrutar de la
ciudad, de su
belleza natural, de sus
museos y
galerías, de la posibilidad de acercarse a conocer las raíces de este país a través de las zonas arqueológicas, de sus comunidades, de las artesanías, saborear el
mezcal y disfrutar de la
gastronomía.
Para la solución de los problemas ancestrales y graves de Oaxaca, se puede iniciar por la educación. Rescatar y organizar el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca. Que los mentores sean calificados, que las escuelas cuenten con los elementos necesarios para el estudio, que los planes escolares sean acordes a la realidad nacional y local en consonancia con lo que sucede en el mundo. Es posible tener una educación pública de calidad. Los niños y jóvenes de Oaxaca, y de todo México, merecen ese esfuerzo.
Oaxaca no merece el uso de la fuerza. El resultado sería doloroso, algunos, quizá no pocos, se radicalizarían más. El camino a la normalidad estaría sembrado de inmensos obstáculos. O ¿para qué queremos la democracia y sus instituciones?
El autor ya abordó el tema en los
Weblogs de El Universal.
Etiquetas: Oaxaca