Por fin
Se va, por fin, porque no hay sexenio que dure cien años, ni mexicano que lo aguante. Se va, muy orondo, con la boca llena de sandeces o bravuconadas indignas y deja el país en manos de nuestros peores enemigos: el narco, la corrupción, la ineptitud y la miseria.
El y su mujer se felicitan mutuamente por su buen desempeño, sentados sobre el botín obtenido. Se van los Bribiesca a hacer el corte de caja. A poner a “trabajar” lo que el padrastro les permitió obtener libremente a cambio de jugosos negocios como las constructoras patito, esas que diseminaron casitas de ínfima calidad a lo largo y ancho del país y, después, se ufanaba en los medios que en su gobierno, que miles de familias gozaban de una vivienda digna como la señala el artículo cuarto constitucional.
Se va, y deja detrás a una Iglesia degradada, cómplice de los delitos que señalan las sagradas escrituras como pecados mortales, cómplice desde los primeros meses cuando vimos la romántica ceremonia matrimonial de nuestro mandatario enlazándose con ella, su Martita adorada, quien solicitó la “anulación” de su anterior matrimonio y se le concedió en tiempo récord. Iglesia que convirtió a sus curas en publicistas de su partido ya que, desde el púlpito, se disertaba sobre la conveniencia de tener un gobernante que supiera de “las cosas de Dios”.
Se va, farfullando majaderías, envuelto en una falsa sencillez diciendo que todo está bien, queriendo hacer chistes los cuales ya no causan gracia, sonriendo socarronamente ante sus afirmaciones de que ganó dos elecciones, la del dos mil y la actual.
Se va dejándonos en la mente sus frases de catálogo: cenas y te vas, y yo porqué, lavadoras de dos patas, doña Marta tiene las faldas muy bien puestas, entre otras.
Nos deja frente a una pila de cadáveres, de personas en la más injusta miseria, de tragedias sin solución, de promesas incumplidas, como aquella célebre de los quince minutos de Chiapas.
Ahora si, se puede ir de viaje mientras el país se hunde en una crisis más, ya no escucharemos fanfarronear ni decir que ya va de salida, que a él que le importa; como si le hubiera importado nunca.
Se van, por fin, los dos, porque no sólo tuvimos que aguantarlo a él, encima tuvimos que soportar a su compañera, su “pareja presidencial”, la de los golpes de pecho y actitudes retadoras, la los vestidos de lujo, la madre feroz, la amiga de personajes oscuros como Marcial Maciel y Elba Esther Gordillo.
Se van, a vivir felices con el dinero de la pensión, la cual es doble de la que percibe Zedillo, de los negocios invisibles, de las transas de los hijastros.
Se van, y se agradece. Tal vez sea lo único bueno que han hecho en estos años, irse.