Mucha agua
El Frente frío No. 4, desde el 22 de octubre, azotó con vientos huracanados de más de 100 kilómetros por hora en la región montañosa y de 120 o más kilómetros por hora en la costa del Golfo de México, desde el puerto de Tuxpan, Veracruz, hasta el estado de Chiapas, en cuyas montañas y en las llanuras de Tabasco descargó su gran volumen de agua. Esa agua debiera ser benévola, parece no serlo, no por si misma, sino por la falta de infraestructura para contenerla y el deterioro de la montaña que ya no capta toda la que sería posible. Por el contrario esa agua se tornó en un gran problema. Villahermosa, capital de Tabasco, y las llanuras de ese estado están anegadas al igual que grandes extensiones de Chiapas. Esa es la cauda de un gran problema.
Los efectos del gran problema son: personas cuyas viviendas no son habitables por el momento, vialidades que de ser terrestres se tornaron a forma lacustre e inoperantes, trastorno de la actividad comercial y de servicios en la ciudad. En el campo la pérdida de cultivos y sus consecuentes cosechas, pérdida de ganado y con ello millones de dinero, pero sobre el valor del dinero, la pérdida es de alimentos.
Pasarán más semanas en que sigamos viendo los efectos de la inundación de Tabasco y de una porción del Chiapas. Luego, con un esfuerzo muy grande de la tropa del Ejército Mexicano y de la Marina, además de los miles de voluntarios, veremos un lento retorno a lo más parecido a la normalidad, después de la devastación causada por la gran cantidad de agua. No deben detenerse las cosas en ese punto.
En el sureste mexicano se requiere de infraestructura para la contención de las aguas, de la conservación de las montañas y recuperación del bosque. Se necesita mucha infraestructura para contener los grandes caudales de agua para que ésta sea aprovechable en la agricultura y la ganadería, también en la producción de más electricidad. Para ello se requiere de grandes montos para inversión, esos recursos la misma región los produce mediante los hidrocarburos que se extraen del subsuelo o del mar y de la energía eléctrica que ya se genera con las actuales centrales hidroeléctricas asociadas a las presas existentes.
Para que esos recursos se puedan disponer en el sureste es necesario que el Congreso de la Unión atienda los planteamientos de los habitantes de esta extensa región de México, que escuche a expertos en las materias involucradas, que fije un nuevo rumbo para detonar el desarrollo de la economía de esta región mediante grandes inversiones en obras de infraestructura. Ahora, todavía y después de las catástrofes que han sucedido, es tiempo de hacerlo. Por otra parte las autoridades del poder ejecutivo en los niveles del estado y municipios deben revisar sus reglamentaciones para determinar y otorgar las autorizaciones de uso del suelo. No debe permitirse la construcción de viviendas, fábricas y otras instalaciones en lugares susceptibles de inundarse. Debe contarse con un plan de desarrollo urbano que tome en cuenta a la naturaleza.
Todo ello es posible. Tal vez la próxima ya no, porque el agua nos puede llegar hasta el cuello. Sólo se requiere de voluntad para iniciar a hacerlo desde ahora.
Se sigue requiriendo de toda la ayuda posible. De muchosEtiquetas: Golfo de México, Inundaciones, Tabasco