El debate sobre la reforma que requiere la industria petrolera mexicana ha puesto a prueba nuestra incipiente democracia. Por un lado está la propuesta del jefe del poder ejecutivo federal y un tanto muy extenso alineada con ésta la del Partido Revolucionario Institucional –PRI-, el otrora poderoso partido de estado que gobernó el país por más de siete décadas. Por la otra parte está la propuesta preparada por expertos en temas energéticos, avalada por una cantidad muy importante de ciudadanos constituidos en el Movimiento en Defensa del Petróleo y aceptada por el Frente Amplio Progresista, coalición de partidos de izquierda en el parlamento mexicano.
El hecho mismo de que haya tres propuestas -las dos primeras pretenden pasar por encima de la Constitución en la prohibición de otorgar contratos a particulares, la segunda respeta puntualmente la ley suprema- haría pensar que estamos viviendo en un régimen democrático pleno. No es así.
No tenemos una democracia plena por las siguientes razones:
· Cuando se dio la contienda electoral, en la oferta política de los partidos políticos y candidatos contendientes no se mencionó que se haría una propuesta por encima de la Constitución, siempre se dijo, y se sigue diciendo que el petróleo seguirá siendo de los mexicanos. En su gira por EE UU el jefe del poder ejecutivo lo volvió a decir. No se dice lo que se pretende. No se hace lo que se dice, se pretende hacer lo contrario. Se pretende engañar con campañas mediáticas.
· Después del extenso debate organizado por el Senado, donde quedó claro para muchos que la propuesta de reforma petrolera del ejecutivo no es aceptable para la inmensa mayoría de los mexicanos, por razones jurídicas, económicas, geopolíticas y de seguridad nacional, se sigue insistiendo en su aprobación.
· No se quiere tomar en cuenta la opinión de los ciudadanos. Aún en esta condición adversa, millones de mexicanos nos pronunciamos en una consulta pública, realizada en tres etapas los días 27 de julio, 10 y 24 de agosto, por que no se apruebe una reforma que permita el otorgamiento de contratos en la industria petrolera y por lo tanto que no se privatice.
Tal parece que los razonamientos no son escuchados, que la opinión emitida en urnas no es atendida, que una propuesta alterna no es estudiada y debatida. A cambio, el gobierno, su partido y sus aliados del PRI quieren imponer su punto de vista, aún cuando se ha demostrado que es contrario al interés nacional.
Qué requiere nuestra democracia:
· Que las plataformas políticas sean presentadas por los partidos y sus candidatos con pulcritud. Qué éstas digan lo que proponen, no más, tampoco menos. Que el debate en campañas electorales sea sobre propuestas, no en denigrar al oponente como sucedió en 2006.
· Que las decisiones trascendentes para la vida nacional, que inciden en las condiciones económicas y el patrimonio nacional sean, además de debatidas, aceptadas o rechazadas por los ciudadanos mediante referéndum. Que haya consulta mediante voto a los mexicanos. Es necesaria una modificación constitucional y una ley de la materia.
· Que exista la posibilidad de sancionar a quienes protestan cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes y ya en el ejercicio del poder no lo hacen. Para ello es necesario legislar inclusive la revocación del mandato de titulares del poder ejecutivo o del legislativo.
· Y lo más importante: que se cumpla la ley.
Hay mucho por hacer en materia democrática para que los ciudadanos mexicanos realmente podamos ejercer derechos democráticos que regulen el poder público. Los gobernantes no son dueños de la Nación. Ésta es de todos, por ello tenemos derecho a decidir todo aquello que es trascendente para el futuro.
Defensa del petróleo
En defensa del petróleo mexicano, este domingo, miles de ciudadanos nos manifestamos en la ciudad de México. Marchamos desde el Ángel de la Independencia –el monumento a la Victoria alada que es símbolo de la Independencia- hasta el Zócalo –la plaza principal y corazón político del país-. Porqué queremos un mejor futuro para todos.
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