Carlos me platicaba que cuando sus hijos vieron en los diarios la nota sobre el asesinato y secuestro del chico que compartía con ellos las clases de deportes, se vio obligado a explicarles que Fernando fue secuestrado para sacarles dinero a sus padres, pero los delincuentes decidieron matarlo de cualquier forma. El niño de nueve años, que escuchaba angustiado, le dijo: “Papá, vámonos de México, este país no quiere a los niños”. Hace unos meses una mujer maya de Quintana Roo me aseguró que este país no quiere a las indígenas, que les explota y les discrimina. Un joven que pertenece a los emos, me explicó cómo crearon una tribu urbana a la que pertenecen miles que se cuidan entre sí, porque a las y los adolescentes no se les escucha y se les trata como delincuentes. Isabel Miranda de Wallace, valiente madre de un secuestrado, dijo que Calderón la ignora porque le recuerda la incapacidad del Estado en temas de justicia. A ella, la mujer que dejó de una pieza al país cuando persiguió a los secuestradores de su hijo, no la recibieron en Los Pinos, porque no representa al poder empresarial, sino al poder ciudadano. Lo mismo los miles de familias de asesinadas en Chihuahua, las familias de Tijuana, Morelos y Sinaloa cuyas criaturas adolescentes fueron secuestradas, mutiladas y asesinadas. José Luis Rodríguez Zapatero ha dicho que España fue reconstruida por la sociedad civil al lado de su partido. Suecia, Suiza y Francia no serían lo que son sin la fortaleza de la sociedad civil que participó activamente en su democratización. Todas las representaciones civiles han tenido cabida en sus gobiernos y se refleja en las políticas públicas y las transformaciones sociales. En México en cambio, la sociedad civil es ignorada por el gobierno, ¿por qué? Para el PRI la cosa pública era patrimonio exclusivo de la clase política. La sociedad equivalía a: electorado, contribuyentes y carne de cañón del corporativismo. El PRI quería base social, no interlocutores. Para el PAN, en cambio, decir sociedad civil es decir iniciativa privada. O sea, lo que es bueno para los empresarios es supuestamente bueno para el país. Sociedad civil es sinónimo de Coparmex y empresarios de élite. Y en asuntos de moral pública y educación quien manda es la Iglesia. Para el panismo más recalcitrante, las organizaciones de la sociedad civil son la peste, deben ser controladas, descalificadas o eliminadas de ser posible. El activismo social y las causas humanitarias, como los derechos de las mujeres, de la infancia, el indigenismo, los movimientos culturales, los de diversidad sexual, y la defensa del ecosistema, les producen irritación. A la mayoría de panistas en el poder les parece que los derechos humanos son asunto de “rojillos”, sinónimo de agitadores sociales. Los medios y periodistas son un estorbo si no se someten al poder. Las 400 mil personas expulsadas por pobreza y violencia cada año, son simples migrantes, y quienes les defienden son organizaciones rebeldes que buscan problemas. Los millones de personas convencidas en defender el petróleo son descalificadas como apátridas e ignorantes. Las y los académicos con buenos proyectos para la renovación del sistema de justicia penal, son intervencionistas. En un país con 104 millones de habitantes, sólo cuenta la opinión de 10 mil. Eso no es democracia.
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