Las componendas entre el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional quedaron claramente evidenciadas con la absurda argumentación que presentaron los senadores: que a Ulises Ruiz no se le puede remover, porque fue elegido en un proceso democrático.
Todo el camino que ha recorrido la humanidad desde que los griegos propusieron la democracia y Platón enunció la república, es vano para los senadores. Los luminosas ideas de Locke, Rousseau y Diderot contra el despotismo y en favor de la democracia, son letra muerta para quienes se dicen legisladores, pero no pasan de ser marionetas de la plutocracia que se ha apoderado de México.
Sería muy iluso pensar que los senadores sepan quien fue Guadalupe Victoria y conozcan la Constitución de 1824, el más avanzado documento que hasta el momento ha tenido la República Mexicana, donde queda perfectamente establecido que la soberanía recae esencialmente en el pueblo y que éste puede darse la forma de gobierno que mejor convenga a sus intereses y, en su caso, modificarlo de acuerdo a las circunstancias.
Aceptando que Ulises Ruiz haya sido elegido en un proceso terso, impoluto, límpido, situación rara últimamente en el país; si ya como gobernante no cumplió las expectativas de sus gobernados, éstos tienen la facultad, también democrática, de deponerlo, de enviarlo a su casa.
A un candidato se le elige por sus cualidades y virtudes; si después falla, no hay razón o poder humano que obligue a la ciudadanía a soportar sus yerros, pifias y desbarajustes. Sufrir a Fox ha sido suficiente para cualquier habitante de este país anémico en asuntos de índole institucional.
Quitar gobernadores no es nada nuevo. Allá en los años 40s, el Congreso de la Unión declaró la desaparición de poderes en el Estado de Tamaulipas, cuando se involucró al gobernador Hugo Pedro González en el asesinato del periodista Vicente Villasana, director de El Mundo de Tampico. En Durango, en l976, el gobernador Enrique Dupré Ceniceros, fue enviado a su casa, y así, otros.
¿Qué es diferente ahora? En democracia, se quita y se pone: su definición es el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. ¿Las instituciones? Son delegaciones operativas de la soberanía popular, no más.