El Che y Moievazen
En un intercambio epistolar cibernético, a raíz de un comentario dejado en mi blog de lecturas por Moisés Evaristo Orozco Leal, quien escribió el prologo del hermoso poemario Cantos a Jenny de Carlos Marx, que comenté a mediados de febrero para estar a tono con la cursilería del día del amor, me he enterado que el prologuista fue amigo de Ernesto Guevara de la Serna. Aquí comparto lo que me platica de su relación con el que fuera Comandante de la Revolución Cubana y Guerrillero Heroico, asesinado por el ejército de Bolivia y la CIA, hoy hace cuarenta años, muerto por llevar a la acción sus ideales.
Al Che lo conocí cuando los dos regresábamos de Chile de una reunión de Juventudes Democráticas en Santiago. La represión de los carabineros se volvió contra todo aquel que a ellos les pareciera comunista, anarquista o socialista, y los mataban poniéndoles un sello en la cara como comunistas agitadores basados en la Ley de Defensa de la Democracia, mediante la cual se prohibía la existencia del Partido Comunista. Esta ley sería conocida como "la ley maldita". Al mismo tiempo, reprimió con violencia las protestas sociales (en particular las de los mineros) y rompió relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y los demás países del "bloque oriental". Y los jóvenes democráticos invitados tuvimos que salir clandestinamente, escondidos en camiones mineros pasando los Andes, hasta llegar a Argentina y de allí en el Ferrocarril de Santa Fe.
Encontré al Che sentado son sus botas cordobesas, sentado esperando que partiera el Ferrocarril de Santa Fé. Yo tenía casi 20 años y el Che era 2 años mayor. Me invitó a su casa en Córdoba y ahí jugamos rugby. Yo había llegado representando a los estudiantes universitarios de México, pues participaba en la huelga por la dignidad universitaria.
De vuelta, nos encontramos en Perú, yo trabajaba para la B. F. Goodrich peruana como técnico, montaba un Banbury 11", dos molinos de 84" para mezclar el hule, se estaba ampliando la fábrica de llantas y un técnico mexicano era mas barato que un gringo. Dí una conferencia en la Universidad de Lima, en la Facultad de Ingeniería, sobre Seguridad, Higiene, Riesgo Profesional y Medicina del Trabajo. Allí llegó el Che a cuestionarme, él iba a viajar por el Amazonas partiendo de Perú y me dijo que como era posible que un mercenario de una compañía gringa estuviese hablando de seguridad, y le dije “vos tenés que poner tus conocimientos en la práctica, dejá de andar de vagabundo y de redentor”. Yo cumplo con mi trabajo, con mi profesión y les doy conocimientos de la carencia de leyes para proteger a la clase obrera. Le compré un traje blanco de Lino, muy bueno, y los acompañé (a él y a su amigo) hasta el embarque, platicamos algunas cosas y le dije: Si querés conocer un movimiento revolucionario orienta tu destino hacia Guatemala, allá van a necesitar de tus conocimientos.
Cuando a Guatemala lo invadieron (en 1954 la CIA auspició al ejército para derrocar al Presidente Jacobo Arbenz e instaurar una dictadura), yo pedí en la Euzkadi tres meses de vacaciones acumuladas como año sabático, y allá nos encontramos con el Che y combatimos y no nos rendimos hasta que se nos acabó el parque. Entrando a México, yo incorporándome a mi trabajo y ellos en calidad de asilados. Yo seguí trabajando y participé en la huelga de la Goodrich. Fuimos despedidos de ella por no ser mercenarios Juan Nepomuceno Pérez Rulfo, Melbi y Héctor Eternok.
Y de ahí seguí trabajando en todas las huleras de México, mi capacidad técnica y mis conocimientos científicos sobre el proceso me ayudaron. La industria hulera me llevó a la Goodrich cubana, antes de que ellos se volvieran leyenda y ante ese proceso de rebeldía antibatistiana, pero esto lo estoy guardando para un documento aparte.
Fui muy amigo de José Antonio Echeverría Bianchi (Manzana), del Directorio Revolucionario 13 de marzo de la FEU, el que fue asesinado al pie de la escalinata de la Universidad de Cuba, él era no sólo mi amigo sino que era en teoría la gente que me daba espacio para hablar en conferencias sobre Seguridad e Higiene Laboral. No me tocó estar el día del triunfo, pero una noche conté 59 bombazos. La Goodrich me regresó a México en un avión donde traslado a sus empleados de confianza. Nos vimos varias veces con el Che en distintos lugares. Conocí al Coronel Bayo, vivía en la Country Club, en el mismo lugar vivía el Santo Enmascarado de Plata, y de ahí mi afición al cine. En México he sido hasta vendedor ambulante. Soy un mito. He viajado por el mundo, donde menos se imagina la gente he estado y escribo con Zenaydita anécdotas y todo lo que es posible contarse.
La última vez que toqué piano fue en la casa de Hilda Gadea en La Habana, me escuchaba Hildita Guevara Gadea. Gracias por las preguntas pero yo me digo marciano, no por los poemas de Karl Marx, sino porque llegué del planeta rojo.
Este cartel me fue enviado por Moisés Evaristo el domingo, justo el día que comenté sobre El Cuaderno Verde del Che.
Etiquetas: El Che, Política exterior